07 noviembre 2007

Leer perjudica seriamente la salud

Ayer terminé el libro El niño con el pijama de rayas de John Boyne. Una lectura muy agradable, aunque la verdad es que mi opinión no debe de valer mucho ya que pertenezco a esa mayoría que no lee demasiado libros al año. De siempre se ha sabido que mayorías y arte no son grandes compañeros. Como bien sabemos esas cosas como la belleza no son conceptos puramente sociales, sólo los doctos pueden llegar a comprender estas cosas tan complicadas y metafísicas.

Resulta que pertenezco a ese 38% de jóvenes que lee sólo entre uno y tres libros al año - sin contar libros de texto -. Con esto no es de extrañar que se hagan botellones o que nos quejemos de las hipotecas. Si leyéramos libros encontraríamos en la literatura la respuesta a todas estas inquietudes. Porque al fin y al cabo nada ha cambiado desde que Thomas Jefferson escribiera

No es posible vivir sin libros.

Y vaya desgracia la nuestra que nos ha tocado vivir sin ellos. Ya se sabe que no hay otras fuentes de conocimiento y cultura que los libros. Y, por supuesto, la cercanía a la subnormalidad se mide por la lejanía a los libros.

¡Qué desastre! ¿A dónde irá a parar la juventud? Parece ser que no gusta mucho la idea de que se tenga un acceso directo a la información. La estructura piramidal de la información que suponía leer un libro era harto mejor. Al menos cuando leías un libro podías tener la tranquilidad de que había pasado por los correspondientes filtros de minorías doctas y selectas que disciernen qué es literatura y qué es basura.

Cuánto mal ha hecho internet y la distribución libre de la información. La lectura ha pasado a ser una actividad activa, valga la redundancia. Se fomenta el sentido crítico y la revisión por pares. Ya no existen lectores y escritores, sólo participantes. La lectura ha cambiado totalmente su significado y se ha convertido en un mecanismo de revolución social.

¿Dónde iremos a parar sin mecanismos para el control del conocimiento?

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