14 noviembre 2007

De desgracias e incongruencias

Hace unos cuantos años la alcaldía, en un alarde de generosidad humana y altruismo, decidió molestarme durante año y medio para construir un parque al lado de mi casa. El único fin de todo aquello era hacer un parque oscuro y con millones de rincones ocultos. De esto modo congregaron a todas las putas, camellos y yonkis de la ciudad en el mismo punto. Algo así como el centro de ocio de los políticos, como siempre pensando sólo en sí mismos.

Tras el cambio de color político decidieron poner fin a esas molestias: derribaron el parque para volverlo a construir. A su vez hicieron de la calle que flanquea mi pisito un paseo "peatonal". Lo peor es que se puso de moda esto de destruir para volver a construir. Varios edificios de la zona apuntaron a la movida, entre ellos el que está pegado a mi pared.

Sólo dios sabe la cantidad de sábados de resaca a los que a las 8:00 me levantaban las obras. Llegó a ser tan exagerado el ruido de las obras que una vez me desperté creyendo que había un terremoto. A final vi que sólo era que estaban taladrando con una máquina de unas cuantas toneladas la pared que da a la cabecera de mi cama. Me quedé más tranquilo, aunque ya no me pude dormir porque estaba desvelado; bueno, quizás influyó el que la maquina no parara en toda la mañana.

Al final recurrí a la solución que la sociedad nos da para todos los problemas: consumir. Me compré unos buenos cascos que aislaban de puta madre el sonido y además llevaban subwoofer incorporado. Así cuando siento nostalgia puedo emular las vibraciones de las obras poniendo alguna canción de gigatron. Por si fuera poco hace escasamente un mes se me acabo de estropear el monitor principal y me compré un monitor la mar de bonito. Él es plano, panóramico y negro como un espejo de azabache. Una delicia.

Y así es como llegamos al final de esta trágica historia, porque aunque no lo parezca es triste para un servidor. Recientemente un disco duro me volvió a dar problemas. Anteriormente tuve que cambiar dos discos que se estropearon por culpa de las vibraciones, deduje que así fue tras escuchar su gemido de "cerdo rapero siendo degollado". Como manitas pringado que soy en esto de los ordenadores destapé el ordenador para trastear un poco. Al final lo arreglé, pero dejé fuera la tapa del ordenador por si volvía a dar problemas. La coloqué en perfecto equilibrio encima de la torre, a un metro por encima de mi cabeza.

Estaba yo viendo plácidamente una serie en mi monitor plano, panorámico y negro como un espejo de azabache y con los cascos puestos a toda ostia. Repentinamente, sin ni un ruido previo de aviso, siento algo que se estampa contra mi cara. Siento un dolor insoportable en la parte alta de la nariz. Tras el shock inicial descubro que tengo una herida que me sangra en la nariz. Pero bueno, ¿qué es el dolor físico para una persona material? Vuelvo a poner la tapa en su lugar de equilibrio y me dispongo a seguir viendo la serie y, ¡oh no! Mi monitor ya no es un espejo de azabache. Por fortuna todavía funciona, aunque ya no podré volver a mirarlo sin ver tres terribles y enormes ralladas.

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