Crítica: Los tres entierros de Melquiades Estrada
El cine norteamericano nos ha acostumbrado a mirar películas y no a verlas. Gracias a la ayuda de un formato rápido, intenso y de finales definidos se ha dejado poco margen a la digestión, algo que considero fundamental. A veces algunos no entienden que me gusten películas que podrían considerarse un tostón, simplemente son películas diferentes que hay que ver con otros ojos. Hay que aprender a ver cine, otro día hablaré de ello.Los tres entierros de Melquiades Estrada es de esas películas de formato lento y poco habitual de las que suelo ser un férreo defensor. Sin embargo, debo hacer una excepción. Tommy Lee Jones nos enseña con los primeros momentos del film como no se debe narrar una película. No es sólo esa extraña perspectiva que ofrece narrando una mezcla entre thriller y suspense a modo de drama, es también la confusión del montaje. El principio de la película resulta, sencillamente, rancio.
Superado el botefón inicial la historia se va volviendo interesante y llega a una cota de calidad que, de haber empezado con ese nivel, hubieran convertido la cinta en una gran película. Por desgracia el inicio de una película es tan vital como su final. Me queda un mal sabor de boca, me pasa siempre que veo una película que, pudiendo ser de gran calidad, se queda, por su mala definición, en mediocre.
1 comentario:
Creo que el principal problema de la película es que no te muestran un antes de los personajes; los hombres todos muy machotes y las mujeres todas muy sumisas y promiscuas. Además ¿no hay nadie ligeramente feliz por esos parajes?
Un amor desdibujado; un mal retrato de una amistad enfrentada; un ligero esbozo de un matrimonio infeliz; un protagonista mal definido del cual no te dan ni a intuir la razón de su obsesión, el por qué de sus motivaciones.
Una historia en la cual todos los personajes, cada uno de ellos, son desagradables y en la que casi ninguno avanza, evoluciona.
Opino que esta película pretende ser una de aquellas de digestión lenta, pero sin tener realmente nada que digerir.
Es un esbozo mal logrado de algo que acabado podría haber sido realmente bueno pero que, por desgracia, se queda en eso, un simple esbozo.
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