04 febrero 2006

Poesía matutina


Tengo la maldita capacidad de terminar odiando todo cuanto escribo. Normalmente cuando termino un poema me gusta el resultado. A medida que voy releyendo lo escrito, cosa que he hecho hoy para seleccionar algo para el blog, me gusta menos. Esto llega hasta el punto de terminar odiando textos que en su día me parecieron muy buenos e incluso algunos de ellos que fueron premiados. Supongo que éste es el motivo por el qual posteo uno de mis poemas más recientes. Quizás no sea el mejor del repertorio, pero es al que menos aversión le he cogido por el momento.

Estoy cansado de poetas y profetas.
En el alma: aguaceros;
tras la puerta: titiriteros.

Hastiado de morder aceras y escaleras
de estrellarme en tu jardín
y morir por no dormir.

Y un día, exhausto de la ira y la mentira,
decidí matar la vida,
y la perdí tras una esquina.


Con el alma acurrucada
tras cuatro huesos de alambrada
conseguí girar el cuero
y morir sólo hacia adentro.

Muge la carne por la piel
confiando en los anhelos
y el destino siempre cruel
le responde con más fuego.

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