21 marzo 2011

La guerra de los tuppers

La guerra ha empezado de nuevo. El conflicto que ya empezó hace más de cinco años se ha visto reavivado estos días. Desde que mi hermana se fue a vivir por su cuenta y yo empecé la universidad hemos estado en constante fricción. Como todo conflicto bélico tiene su origen en un recurso: la comida. Me río yo de los que lanzan misiles Tomahawk por cuatro gotas de crudo. La guerra puede ser mucho más cruenta cuando el campo de batalla está situado en el primer escalón de la pirámide de Maslow.

Nunca se me ha dado bien la batalla, soy un perdedor nato. Yo me concentraba en estudiar y sacar buenas notas que me hicieran merecedor de algo de comida. Creía hacerlo razonablemente bien pero entonces todos mis esfuerzos se fueron a la mierda por el juego sucio de mi hermana. Decidió lanzar una ofensiva con armas biológicas y trajo una criatura mona e irresistible al mundo. Eso enterneció a mis padres que me pusieron a final la cola de racionamiento. Con todo eso y después de mi paso por la vida nini mi hermana ha terminado con un total monopolio sobre los tuppers.

Y claro, ahora tengo un problema enorme. Me veo obligado a comer fuera por lo menos dos días a la semana y mi sueldo mileurista no da para muchos menús. En mi casa tienen que sobrar por lo menos cuatro tuppers de comida para que yo tenga derecho a una tajada. Mi posición en la cola está justo por delante de los gatos, aunque eso varía en función de la cara de pena que pongan, y tengo que decir que se les da muy bien a los hijos de perra gata. Por si fuera en la cola por delante de mí no está mi hermana sino el congelador. Sí, el congelador. Aunque el congelador esté lleno a rebosar si sobra un tupper se congela. Puede haber un estofado riquísimo que me lo podría comer al día siguiente y casi no haría falta ni calentarlo. Pero no, se va al congelador y me tengo que apañar con las albóndigas que llevan siete meses pudriéndose al lado de la bolsa de guisantes.

Mi madre ha implementado un protocolo FIFO para tuppers que garantiza que todo lo que comas tendrá sabor a nevera. Sea lo que sea habrá pasado por lo menos dos meses en conserva garantizando así ese aroma a goma húmeda que mata cualquier otro sabor. Con el tiempo me he ido acostumbrando y he llegado a distinguir entre un tupper gran reserva y un crianza.

Total, que todavía no he cobrado mi primer sueldo y ya estoy pensando en gastármelo en los menús económicos de los bares de Nocani Facilities.

8 comentarios:

Julio Cristian dijo...

Mucho animo !! Espero que no llegues a la retroalimentación :)

Jill dijo...

Yo te haré tuppers!

Kurai dijo...

Yo quiero una Jill!!

De momento sobrevivo a base de los tuppers del mercadona, están bien buenos y cuestan 2,5-3€

Arald dijo...

Lo tienes realmente chungo con un bebé y unos gatos de por medio.
¡Puedes ir el tiempo del recreo a robarles el bocadillo a los niños más pequeños!

Misaoshi dijo...

Lo siento Jordi.
Y Arald tiene razón, pero en vez de esperar la hora del patio, podrías revisar las maletas de tus alumnos y decir que toda merienda mayor a 400kcal es mala para su salud y la confiscas ya sabes donde...

Por cierto, hay una falta que me ha hecho mucha gracia: "garantiza que todo lo que me COMAS tendrá sabor a nevera"... espero respuesta de Jill para que diga que al menos tus besos no xD

Arald dijo...

Todo lo que me "Comas" interesante salida del subconsciente en esa frase...

Mia dijo...

Me encanta que te encante Nancy Sinatra.

worm dijo...

Grey, de momento no he tenido que llegar a este extremo, todavía tengo dinero para pagarme los menús. Ya veremos que pasa cuando me independice...

Jill, Eres mi salvación, pero si les pones pimienta, curry o ajo te mato!

Kurai, tomo nota :D

Arald y Misaoshi, ahora mismo no estoy trabajando de profesor. Podría hacerlo igualmente pero quedaría un poco raro que un desconocido entrase a un colegio a robar bocadillos, ¿no?

Misaoshi, ya lo he corregido -_- El subconsciente me traiciona.

Mia, no sé como has descubierto que me gusta Nancy Sinatra. Me das miedo O_O