04 marzo 2011

Ese infierno llamado peluquería

Vengo de cortarme el pelo y, como es habitual, lo he pasado fatal.

Tengo algún tipo de desorden psicológico que me impide actuar con normalidad en aglomeraciones de gente, sobretodo si no estoy con gente que me distraiga. El autobús, el metro y el Corte Inglés son tres de los sitios que me desquician. Me tenso, me entra ansiedad y me pongo nervioso. No sé explicar muy bien por qué me sucede esto, por suerte el efecto se disipa con suficiente alcohol. Si algún día veis a alguien bebiendo de una petaca antes de subir al bus o haciendo eses por el Corte Inglés, ese soy yo.

Un caso aparte son las peluquerías. Ahí no hay alcohol que valga. Todos sus elementos están diseñados para destruirme. Todavía ando tenso por la experiencia de hoy pero voy a intentar enumerar lo mejor posible todo lo que no aguanto.

Para empezar, el diseño de los locales. Todas las peluquerías hacen esquina y en lugar de paredes tienen cristales. ¿Es necesario que todo el mundo vea como me cortan el pelo? ¿Para que necesitas un escaparate si total no vendes ningún producto? Por el amor de dios, ¿no basta con poner un letrero? Vale que los canis nos están ganando la batalla, pero creo que hasta ellos se hacen a la idea de lo que hay dentro de una peluquería. Sobretodo porque solo conocen ese oficio y el de cajera de supermercado.

Segundo elemento perturbador: la espera en las peluquerías. Detesto esperar. Si ya jode esperar hacerlo con el hilo musical de la peluquería es peor aún. Con la música extremadamente repetitiva que ponen hoy en día en los 40 principales a veces tengo la sensación de que he entrado en un bucle espacio-tiempo y voy tener que estar ahí hasta el fin del universo. En realidad debo reconocer que ese momento es probablemente el más agradable de ese infierno. Normalmente amenizo la espera con la Fotogramas, que es lo único que uno puede leer sin atentar contra su propia inteligencia o sexualidad. Con eso consigo aguantar la espera sin estallar.

En tercer lugar, la invasión del espacio personal. Ok, acepto que hasta que no tenga mi brazo biónico programable eso es inevitable. Aún así creo que hay cosas innecesarias. Imaginaos la situación, yo con mi brazo apoyado en el reposabrazos. El peluquero, que es abiertamente gay, va cortando. De repente, al intentar alcanzar las cotas más altas de mi pelo, su cebolleta se arrima y entra en contacto con el brazo. Joder, ya me cuesta darle dos besos a una tía que conozco imaginaos ir chocando mi brazo con pollas ajenas. Llamadme homófobo, pero eso me tensa. De hecho he comprobado que nos tensa a ambos, cada uno a su manera.

Sigamos, los temas de conversación completamente intrascendentales. Joder, si es que los peluqueros en realidad son expertos meteorólogos. A eso le unimos la típica vieja con los rulos puestos que tiene todas las cualidades de los grupos de "Señoras que..." y tenemos la fiesta montada. Por si fuera poco parece que la subnormalidad de las conversaciones de peluquería se contagia y trascienden más allá de sus paredes malditos cristales. Una vez sales de ahí siempre hay que aguantar a cuatro idiotas haciendo esa broma tan universal y tan elaborada de "¿te han tomado el pelo o qué?". Será que los productos para el pelo colocan.

Para terminar, el maldito espejo. ¿Realmente es útil para el trabajo del peluquero? Yo no le he visto mirar el espejo más que para mirarme a la cara mientras soltaba sus comentarios insustanciales. Joder, si ya soy feo de por si imaginaos con el poncho hortera que te ponen y el pelo a medio cortar. ¿No te pueden poner algo más interesante? De todas las cosas que puedo hacer con mis ojos en un lapso de tiempo de media hora creo que ver mi cara es lo más aburrido que se me ocurre. Hasta me conformaría viendo la trigésimo novena reposición de verano azul.

Con todo esto me dan ganas de aferrarme al metal y volver a mi época greñuda para no tener que volver a pasar nunca más por la peluquería. Lástima que sea tan incómodo tener el pelo rizado y llevarlo largo. Mientras tanto sigo soñando con tener mi brazo biónico algún día.

3 comentarios:

Jill dijo...

Es inevitable que el pobre hombre necesite rozar su virilidad contigo. xD

Speedygirl dijo...

jajaja, es verdad, porqué no tienen paredes normales? Porque si a ti no te gusta que se vea como te cortan el pelo... imagina a las que nos ponen mechas y estamos dos horas allí con el papel de plata en la cabeza, que parecemos locas intentando evitar que los alienígenas nos lean la mente XDDDDDDDDD

Kurai dijo...

Por todo eso (aunque no me expreso con tanta gracia) hace años que no piso una peluquería... pero ahora se me ha antojado el pelo lila oscuro y por narices tendré que ir si quiero ese tono =/

Le dedicaré una entrada a la visita a la peluquería también, en tu honor