Tecnología y color

La cámara fotográfica separaba y juntaba los colores de manera analógica y no requería de un modelo matemático capaz de representar de manera numérica el color. Fue la televisión la que hizo necesaria una manera no visual de representar los colores, necesitabamos enviar información digitalizada sobre los colores. Así apareció el famoso modelo de color RGB (Red Green Blue). En el modelo RGB a cada color se le asignan tres números del 0 al 255 correspondientes con sus componentes de rojo, verde y azul.

Los monitores que imagino que tendréis delante utilizan el color RGB para mostrar la información. Cada pixel es capaz de emitir los tres colores y se ilumina con la intensidad adecuada de cada color según el código RGB que recibe.
Uno de los problemas del RGB es que no especifica que es exactamente rojo, verde y azul. Cada fabricante adopta su propio criterio acerca de este tema. Es en parte por eso que una misma fotografía se ve distinta según el dispositivo donde la miremos. A pesar de esto el modelo de color RGB funciona bastante bien y ha demostrado ser perfecto para representar colores de manera individual. No obstante no es nada útil cuando queremos trabajar con los colores como un conjunto.

El ojo humano separa los colores como ya hemos visto pero el color que percibe el cerebro depende de otros factores. Por eso RGB no nos sirve para hacer cosas como comparar colores. Dos colores muy lejanos en RGB pueden ser percibidos como colores muy parecidos y viceversa.
Para arreglar esto en 1978 se propuso el modelo HSV (Hue, Saturation, Value). Este modelo se basa en la tonalidad, la saturación y el brillo del color. Lo curioso de este modelo es su distribución cónica. El cono nos aporta muchísima más información ya que la distancia entre los colores será proporcional a su distancia perceptiva. El modelo HSV se utiliza en el campo artístico y en campos en el que la diferencia entre colores debe dar información al usuario.

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